
Dentro de los mitos griegos en torno a los dragones, es casi imposible disociar la figura del dragón de la del héroe que le da muerte. Aquí tenemos nombres de héroes famosos del mundo antiguo, como Heracles (Hércules), Perseo, Jasón, Cadmo, son nombres que con frecuencia se mencionan en las historias del mundo griego, interactuando con dragones tan famosos como ellos.

El primero digno de mención es el monstruoso Pitón, una serpiente gigantesca hija, según algunos relatos, de Gea, y que de acuerdo al mito vivía cerca de Delfos custodiando el oráculo del mismo nombre, ubicado en un lugar sagrado para los griegos, pues se decía que Zeus mismo había liberado dos águilas y las había pedido que buscaran el centro del mundo. El lugar al que llegaron fue a Delfos, y allí Zeus marcó el sitio con una poderosa piedra llamada ónfalos, el ombligo, protegida por la gran serpiente. Pero, como da cuenta esta pintura de Eugène Delacroix, fue derrotada por el dios Apolo, quien exigió para sí el oráculo de Delfos. En adelante, Delfos sería un lugar consagrado al dios Apolo. En honor al enorme dragón, fue bautizada la familia de las serpientes constrictoras Pythonidae o pitones. Y la palabra pitia o pitonisa también deriva de este nombre, refiriéndose a la sacerdotisa que atendía las consultas que se hacían al oráculo.

Siguiendo con los matadragones, el héroe por antonomasia del mundo griego es Heracles o Hércules, a quien vemos en esta pintura de Gustave Moreau.
Las hazañas más famosas de Hércules se sistematizaron en el relato de los doce trabajos. Según la versión más extendida del mito, la diosa Hera provocó en el semidiós un acceso de locura por el que este dio muerte a su esposa e hijos. En penitencia, el oráculo de Delfos le dijo que debía servir a Euristeo, rey de Tiro, por doce años. Euristeo, enemigo de Hércules, le encomienda doce trabajos mortales, uno de los cuales consistía en matar a la poderosa Hidra.
La Hidra de Lerna, llamada hidra por tratarse de una serpiente acuática, que vivía en un pantano en las cercanías de Lerna, era una enorme sierpe de múltiples cabezas, hija del monstruo Tifón y de Equidna, a la que, por su ferocidad y celo, se le encargó el cuidado de la entrada al inframundo. La cantidad de cabezas que tenía varía según el relato, oscilando entre tres, cinco, siete, nueve y hasta cien, incluso más. Este no es un fenómeno exclusivo de la Hidra, veremos que, a lo largo de la historia, el dragón ha adoptado la forma de un monstruo policéfalo en múltiples oportunidades, como en el caso de Yamato no orochi (Japón) o de Zmey Gorynych (Rusia).El dragón del Apocalipsis también tiene muchas cabezas, y el dragón Kulshedra o Kuçedra parece ser, por su parte, el derivado albanés de la Hidra.

En el caso de la Hidra, se decía que cada vez que se le cortaba una cabeza crecían otras dos en su lugar, sustentando la idea de que el mito pretende mostrar la imposibilidad de que un mortal común pudiera derrotar a tal guardián. En otras versiones, en vez de crecerle dos, le crecía una más poderosa y mortífera que la anterior, pero esto obedece al mismo criterio. Tanto es así, que ni siquiera el propio Hércules, cuando, en el segundo de sus doce trabajos, se le encomendó la muerte de la Hidra de Lerna, se atrevió a ir solo y lo hizo en compañía de su sobrino, Yolao. Comprendiendo que no se podía matar a un adversario que se regeneraba de tal modo, el sobrino de Hércules le sugiere que, tras cortar la cabeza, se queme la herida para cauterizarla y obligarla a cicatrizar antes de que crezca una nueva testa. Es lo que hacen, Heracles cortaba las cabezas y Yolao las quemaba con una antorcha, así llevó a cabo Hércules su segunda prueba.

Nuevamente encontramos a Heracles en otro enfrentamiento contra un dragón, esta vez a propósito del penúltimo de sus trabajos. Nos referimos al robo de las manzanas doradas del Jardín de las Hespérides.
El Jardín de las Hespérides (palabra que hace alusión a Héspero en los mitos griegos, y Vésper en los latinos, estrella vespertina) era el huerto de Hera en occidente, ubicado, según algunos relatos, en la Cordillera del Atlas, en el noroeste de África, aunque hay mitos que la ubican al sur de la península Ibérica y otros en Libia. En él, moraban tres ninfas de los árboles (melíades) conocidas como las Hespérides, las que, junto a su padre Atlas, custodiaban un árbol de manzanas doradas que otorgaban la inmortalidad. Hera, sin embargo, no confiaba ni en las Hespérides ni en Atlas para custodiar dicho árbol, por lo que puso allí un dragón que nunca dormía, llamado Ladón.

Aunque esta pintura de Rubens lo muestra como un dragón común, algunos mitos señalan que tenía siete cabezas y otros que tenía cien. De cualquier modo, la muerte de Ladón parece ser una herencia del relato semita sobre el dragón llamado Lotan o Lawtan, asimilado por algunos al Leviatán, herederos ambos de relatos más antiguos como el de Illuyanka o Tiamat. Heracles, finalmente, dio muerte a Ladón y tras engañar a Atlas se apoderó de las manzanas. Tras la muerte del dragón, Hera, en retribución a los servicios que prestó por ella, tomó sus restos, los subió al cielo y los transformó en lo que hoy conocemos como la constelación del dragón.

Otro de los héroes destacados del mundo griego es Perseo.
Perseo era hijo de Zeus con una mortal, Danae, quien había sido encerrada por su padre, Acrisio, el rey de Argos, debido a una profecía que afirmaba que su nieto le daría muerte. Pero Zeus llegó a la torre en que estaba Dánae bajo la forma de una lluvia de oro y la dejó embarazada. El rey, al enterarse del nacimiento del niño, los encerró a ambos en un cofre y los arrojó al mar, pero como suele suceder en estos casos, ambos sobrevivieron gracias a la intervención de los dioses, y mucho tiempo después, de manera accidental, Perseo acabó quitando la vida a Acrisio en un torneo.
Perseo es famoso por ser el héroe que cortó la cabeza de Medusa, lo que logró con algunas armas que le proporcionaron los dioses. Pero, en medio de sus aventuras, vio a una mujer desnuda encadenada a una roca y se enamoró de ella. Era Andrómeda, la hija de los reyes Cefeo y Casiopea, quienes habían despertado la ira de Poseidón cuando esta última afirmó que era más bella que las nereidas, las que pertenecían al séquito del dios del mar. La esposa de Poseidón, Anfitrite, era de hecho una nereida. Para aplacar la ira del dios habían accedido a sacrificar a su hija a un dragón marino. Perseo pidió la mano de su hija y sus padres se la dieron, si la salvaba del monstruo. Perseo llegó volando a la roca en que estaba encadenada, usando las sandalias aladas que le proporcionó Hermes, según unos relatos (como se aprecia en esta pintura de Paolo Veronese), o montando en el caballo alado Pegaso, según otros, el que había nacido de la sangre de Medusa cuando la decapitó, y mató a la bestia.