
Aunque no es una discusión particularmente reñida, y es muy poco probable que la vean en los diarios o en la televisión, entre los amantes de la fantasía épica suele aparecer de tarde en tarde una afirmación a la que la mayoría adhiere a rajatabla: que los dragones que nos muestran en el cine y la televisión no son tales, sino que son guivernos.
¿Guiverno? ¿Y eso que es?
El guiverno (en inglés, Wyvern) es un animal mitológico del medioevo tardío y de los siglos posteriores, principalmente asociado a la heráldica, semejante en todo término al dragón aunque con la notoria variante de que, en vez de cuatro, tiene dos patas o a veces ninguna.
En un sentido estricto, los puristas en la materia tienen razón. La moderna concepción del dragón corresponde a un animal cuadrúpedo cuyas alas emergen de un punto no siempre determinado en el lomo, mayormente desde una prolongación de sus escápulas tratándose de la especie occidental, o sin ellas en el caso de los dragones orientales. Así, por lo pronto, se lo representó en la película de 1996 «Dragonheart» («Corazón de Dragón»).

No obstante ello, hemos visto que en casi todas las últimas megaproducciones («Game of Thrones», «Harry Potter» y más recientemente en las adaptaciones al cine de Peter Jackson de «The Hobbit») se representa al dragón con dos extremidades posteriores y con alas surgiendo justamente de sus miembros anteriores, dando la impresión de que tiene solo dos patas.

Es probable que el cambio surja —en el marco de películas afanadas cada vez más en su pretensión de realismo— de la necesidad de dar credibilidad a la imagen dragontina, imitando las formas asumidas por las especies a las que la evolución dotó con éxito de alas: pterosaurios, aves y murciélagos.
Sin embargo, a juicio de quien escribe no hay motivos para realizar esta distinción. El uso de la palabra guiverno se remonta al siglo XIII, y antes de eso se usaba la palabra dragón indistintamente para señalar criaturas con cuatro o dos alas, incluso sin ninguna, y si nos remontamos al origen etimológico de dicha palabra, veremos que, en último término, se refiere a una serpiente; por otra parte, guiverno proviene de los términos wivre, guivre y vouivre, todos de origen francés, y estos del latín vipera, es decir, víbora o serpiente.

De hecho, como atestiguan las ilustraciones de diversos tratados medievales, antaño era mucho más común el dragón bípedo que el cuadrúpedo, y la bestia asumía diversas formas; estando tan ligados por lo simbólico la serpiente y el dragón, no resulta extraño que se los confunda en las representaciones artísticas que abundan a lo largo de la historia del arte. En este sentido, criaturas mitológicas como el grifo, el basilisco, la tarasca o la quimera le deben mucho a la figura del dragón y están más estrechamente ligadas a él de lo que el común de la gente imagina.