BELSSOR

«Se detuvieron a admirar los botes que dejaban estrías en el canal y a sus pasajeros, cada uno de los cuales tenía un color, una apariencia o una vestidura diferente; Belssor —el centro del mundo— era una ciudad cosmopolita que congregaba gentes de todas las razas en torno a su comercio, su religión o a la sabiduría de sus magos y sacerdotes».

— Codex Draconis, Kúr. 1, I, v. 336-341.

Belssor (llamada antiguamente “La ciudad de la tumba de Belssa” o, simplemente, “Belssa”), es una ciudad de Luarand, capital del reino del mismo nombre y de la Mancomunidad del Gran Godán. Con una población de 3.000.000 de habitantes estimada al año 3742 E.B. (gentilicio: belssoritas), es la ciudad más poblada de la Mancomunidad. El área conformada por los cuatro ducados cuenta con 4.500.000 de habitantes, lo que lo transforma también en el reino de mayor población de dicha alianza. Se ubica sobre una isla en medio del río Godán, a unos 90 km al oeste de la cadena montañosa de Ethrän, aunque gran parte de sus construcciones, desde que la población sobrepasó con creces el territorio insular, se mantienen sobre columnas que emergen desde el lecho del río. Por el resplandor albino de sus muros cuando se la observa desde lejos, así como por la circunstancia de ser la primera ciudad en disponer de alcantarillado y por su célebre belleza arquitectónica, cantada por poetas y juglares por igual, se la conoce también por la denominación de “La Perla del Godán”. En ella residen la sede de la monarquía suprema, de la jerarquía jadehíta y de la orden de los magos del Ojo.

Todavía es materia de discusión cómo una aldea amurallada, relativamente pequeña y sin las aspiraciones expansionistas de sus vecinos del sur, llegó a transformarse en la ciudad principal del conglomerado de reinos conocido como la Mancomunidad del Gran Godán, comportándose, aunque nunca fue consagrada formalmente como tal, como la capital de un auténtico imperio. Se ha hablado de su excelente ubicación geopolítica, que le permite conectar tanto los reinos del norte y el sur como los del este y el oeste, al menos en épocas anteriores a la prohibición del supremo Kurgoris II de cruzar las montañas. A los sacerdotes jadehítas, y también a los propios belssoritas, suele seducirles la idea de un destino preestablecido de grandeza, que atribuyen a una protección divina; algunos eruditos, sin embargo, no pudiendo contradecir las coincidencias históricas que avalan tal afirmación, han establecido que posiblemente la protección mágica de las Hachas Gemelas haya tenido algo que ver. Los más interesados en destacar la majestad de la Perla del Godán fueron, por cierto, sus reyes supremos, ávidos de justificar su presencia en el trono de Belssor más allá de una alianza estratégica con el clero. Los historiadores de la época dorada, una de las mejores fuentes para conocer los acontecimientos de los años anteriores a la hegemonía de la monarquía belssorita, endiosados por el rápido crecimiento del influjo de su ciudad cedieron a las presiones de los monarcas casi voluntariamente, llenando de elementos maravillosos (y por momentos ficticios) una gloria que, aunque innegable, estuvo lejos de ser lo que quisieron creer o estuvieron dispuestos a aceptar los propios belssoritas.

LEÓN DE MONTECRISTO

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